
Cuento corto, ayer realmente las toninas no me querían. Apenas pude tomar unas fotos de aletas -que podrían pasar por tiburón o cualquier otra cosa- y el único resultado concreto fue muuucho mareo de tierra tanto mirar por el visor de mi cámara.
Hoy decidimos hacer un nuevo intento. Y definitivamente hoy me subí con más fe a la lancha.
Bastaron un par de minutos para que comenzara el espectáculo. Una, dos, tres, cuatro toninas. Un par de saltos a lo lejos. Más toninas por allá. Un salto más cercano. Dos haciendo piruetas al mismo tiempo. Yo enajenada con mi cámara. Debo haber disparado unas 100 veces. Más saltos y más cercanos. Una da 14 saltos seguidos. Otra se da un guatazo con tantas ganas frente a mí que me moja entera, incluyendo mi cámara.
Todos nos reímos. Yo sigo fotografiando con una gran sonrisa en la cara. ¿Total? No todos los días te tira agua un delfín.

