sábado, 4 de julio de 2009

La isla misteriosa


Según los relatos de los antiguos marineros, la isla Mocha era merodeada por un gigantesco cachalote albino. Los rumores corrían entre la comunidad ballenera norteamericana de Nantucket y se decía que la ballena estaba repleta de arpones, maderas y cicatrices, provocadas por cientos de barcos que habían tratado de darle caza. Los balleneros la llamaban Mocha Dick.

Una de las historias más emblemáticas fue la del barco Essex. La tripulación trató de capturar a la ballena albina, pero ésta los embistió, el barco se fue al fondo del mar y sólo algunos lograron escapar en botes. La historia incluyó un naufragio de más de 3 meses, canibalismo y un rescate en el archipiélago Juan Fernández. El relato que parece un mito, fue absolutamente real, con material histórico de sobra para ser mencionado como el peor naufragio del siglo XIX.

Herman Melville habría escuchado este relato que lo llevó a escribir Moby Dick, el clásico de la literatura mundial.

La isla de la resurrección
Y las historias con ballenas continúan. Según las creencias de los indígenas mapuches las almas de los muertos cruzaban desde el continente sobre cuatro ballenas fantasmas y desde la isla las almas eran llevadas por un balsero hacia el occidente. De ahí se cree derivaría el nombre Mocha, ya que “Amucha” o “Amuchra” significa resurrección de almas.

Hoy los cachalotes siguen rondando isla Mocha, aunque se necesita una buena dosis de suerte para verlos. Sí es común encontrar en las casas las huellas que han dejado los varamientos, con vértebras y otros huesos usados para ornamentar.

Tesoro escondido
La imagen que la isla presenta casi todas las mañanas parece tomada de una película de piratas: una franja de tierra inmersa en la bruma y rodeada por un mar amenazante.

Para acceder sólo se puede llegar en avioneta. Son apenas 12 minutos de viaje desde la costa y que regalan un espectáculo de colores con un mar de aguas casi transparentes, eternas playas de arenas blancas y un tupido bosque de 2.182 hectáreas que es Reserva Nacional. Alrededor de esta gigante mancha de colores verdes, comienzan las tierras bajas y de color más amarillento, donde se reparten los aproximadamente 580 habitantes de la isla.

La isla era habitada por los llamados lafkenches (mapuches de la costa). Fue descubierta en 1544 por Juan Bautista Pastene y a partir de ese momento fue punto de abastecimiento para piratas y corsarios, incluido el mítico Francis Drake.

Debido al frecuente contacto entre piratas e indígenas, los nativos empezaron a verse con desconfianza entre las autoridades de la Corona Española y por eso en 1685 ordenaron desalojar. Estuvo deshabitada por 160 años, muchos especulan que fue el tiempo ideal para que se escondieran tesoros, así que de vez en cuando llegan expediciones en busca de algún botín.

Si uno visita la isla puede aventurarse a bucear, lo más probable es no encontrar ningún tesoro, pero sí toparse con alguno de los cientos de barcos que naufragaron en sus costas. Un lugar nada fácil para la navegación, por la gran cantidad de bajos que se encuentran.

De excursión

Los amantes de la pesca son los visitantes número uno del lugar, ya que pueden pescar sierras, róbalos, lenguados y corvinas. Éstas últimas con un récord de 15 kilos.

También hay varios senderos de trekking que recorren la Reserva. Una de las rutas más famosas es el sendero Laguna Hermosa que tiene 4,5 kilómetros y la mayor parte es en subida. El camino está bien demarcado, con pasarelas, escaleras y una vegetación que se hace cada vez más tupida a medida que se va subiendo.

Casi al llegar a la laguna se ven decenas de pequeñas cuevas donde nidifica la Fárdela Blanca entre octubre y diciembre. Esta ave es insigne para los birdwatchers ya que migra desde Alaska y sólo nidifica en esta isla y en Robinson Crusoe.

La laguna es pequeña, pero bien vale la pena el esfuerzo. Y para hacer honor al estatus de isla misteriosa, lo mejor es subir cuando está nublado o lloviendo, porque la niebla se filtra entre los árboles dando un paisaje que estremece.

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